El primero de los modernos

El primero de los modernos

En medio de un cambio de épocas y de siglos, Auguste Rodin revoluciona la historia de la escultura. Todo su arte es una lección de modernidad: por la brecha magistral que lo aleja de la tradición y por su transgresión de las leyes de la estética. A través de su extensa investigación y experimentación, su obra incomparable constituye sin dudas la puerta de entrada al arte del siglo XX.

La figura humana en el centro de su investigación

La figura humana constituye la columna vertebral de las investigaciones de Rodin, tanto en el dibujo como en la escultura. La imagen de la mujer nutre su producción, promueve su investigación más desenfrenada e impulsa una audacia increíble en sus representaciones. Es el caso de Iris, mensajera de los dioses, que luce impúdicamente su sexo, en una manifestación de vida y honestidad. En las obras sobre papel, la mujer se abandona a los placeres íntimos hasta alcanzar el éxtasis menos convencional.

La fuerza de la renovación

El escultor transgrede voluntariamente las leyes de la estética para reforzar el poder sugestivo de esculturas fragmentadas, rotas y golpeadas. Estas formas marcan el surgimiento de una nueva escultura. Su enfoque creativo se "intelectualiza" gradualmente, presentando nuevas perspectivas a Auguste Rodin.

El redescubrimiento de la Antigüedad lo conduce a una escultura cada vez más despojada. Reducida a un mero tronco, El torso arqueado de una mujer joven, de extrema sencillez, parece surgir de una excavación arqueológica.

La ampliación de sus obras constituye una de sus preocupaciones finales. Le permite amplificar sus intenciones y los efectos de la materia. De esta manera, la figura de un condenado originalmente concebida para La Puerta del Infierno, se convierte en una versión fragmentaria y ampliada: La Voz Interior. Resumiendo por sí sola la culminación de su estética, se convierte en la forma preferida de Rodin, quien la utiliza en varias ocasiones en diversas composiciones.

Su Monumento a Balzac, rompiendo con la tradición de la estatuaria pública, surge como uno de los manifiestos del arte moderno que precede a la abstracción. 

Finalmente, el impresionante paso del Caminante confiere al escultor el estatus de un explorador de vanguardia para la próxima generación. Esta obra sin cabeza ni brazos impacta al espectador por su vigoroso movimiento.

Sélection d’œuvres